Ponente
Descripción
La necesidad de buscar un adecuado equilibrio entre la libertad de disponer por causa de muerte, como expresión del libre desarrollo de la personalidad y de la dignidad de la persona, en la justa medida en que cada ser humano puede escribir su propia biografía, incluidos los últimos actos de su vida, a través de los cuales quiera ordenar su sucesión por causa de muerte, y por otra parte, el afán de protección de aquellas personas dependientes económicamente del causante, cercanas a su entorno afectivo al formar parte de su familia, entendida esta con vocación de pluralidad, con la aparición de nuevos actores en el entorno sucesorio, a incluirse también en la condición de legitimarios se hace hoy imperiosa. La clave para armonizar este dueto conceptual en los ordenamientos con tradición legitimaria, no está en la supresión de las legítimas ni en la reducción de los sujetos beneficiarios, ni es cuestión de operaciones matemáticas de reducción de su cuantía.
Apostar por un sistema de libertad absoluta de disponer por causa de muerte sería el triunfo de los ególatras, de un individualismo extremo que exacerba la autonomía privada a límites insospechables, obviando la responsabilidad que asumimos para con otros. Defender a ultranza hoy en día un férreo sistema decimonónico de legítimas, sustentado en la protección de un modelo familiar que ya no no es exclusivo, ni excluyente de otros, arraigado esencialmente en el ADN y en el matrimonio, sin más razón que la progenie y la conyugalidad, invisibiliza la realidad social y moral de la sociedad del siglo XXI, a la vez que restringe excesivamente la autonomía de la persona y el derecho al libre desarrollo de su personalidad. Se trata, por tanto, de buscar el justo medio, de superar ambas posiciones, situadas como Escila y Caribdis, dos monstruos marinos de la mitología griega, en orillas opuestas de un estrecho canal de agua. Los juristas, como los marineros de la época, tenemos que buscar la salida que nos permita emerger airosos del Estrecho de Mesina, sin que para evitar caer en manos de Escila, nos acerquemos peligrosamente a Caribdis.